Por siempre joven

Al igual que muchos norteamericanos de mi generación, siempre pensé que el envejecimiento era algo que le ocurría a los demás, a la gente inflexible. Mi corazón es joven y, aunque he obtenido más conocimientos y tengo un mayor respeto por la sabiduría, mi visión del mundo continúa siendo básicamente optimista y energética, tal como cuando era muy joven. Mi definición de la conexión entre la mente y el cuerpo se sustentaba en la presuntuosa suposición de que mi cuerpo seguiría el camino que tomara mi mente.

Eso ocurría cuando medía 5 cm. más que ahora, cuando mi columna no crujía toda al girar la cabeza para conducir en reversa al salir del garaje, y cuando pensaba que estirarme era algo opcional. He comido campos enteros de arándanos, he realizado innumerables veces la postura de perro boca abajo, he elevado mi ritmo cardíaco, he reído, mantenido relaciones con grupos sociales, he elegido comer trigo burgol en lugar de carne, utilicé baldes enteros de protector solar y mantuve una actitud positiva cuando tuve que enfrentar adversidades.

Sin embargo, mi cabello sigue encaneciendo, mi vista está más borrosa y mi memoria está fallando. Pero en lugar de deprimirme o sentirme traicionada, me sorprende comprobar que mis limitaciones físicas, en cierto modo, resultan liberadoras. Este punto de vista debo adjudicarlo a que he aprendido esta forma de pensar del Maestro Miao Tsan.

Hasta hace poco, mi cuerpo, aún con todas sus imperfecciones, era lo que me definía. Era fuerte, incansable, hacía todo lo que yo le pedía. Estaba en comunión con mi cuerpo y me sentía eternamente joven.

Sin embargo, estoy aprendiendo que mi cuerpo, al igual que todo cuerpo mortal, forma parte del constante flujo del universo. Mis circunstancias, mis intenciones, mi karma (todos creados por mí) a su vez, crearon mi realidad actual. Mi cuerpo es sólo un sub-producto de esas fuerzas.

Existo como individuo sólo en mi propia mente. En la Mente mayor, la Mente de lo Colectivo, toda la energía que me contiene es parte de una energía vibrante e infinita, que se eleva y decae, que se une y que se separa. De la misma manera que el mundo de las apariencias realiza su ciclo a través del Samsara, los cuerpos que habitamos realizan su ciclo a través de las inevitables etapas del envejecimiento.

No puedo perpetuar este cuerpo en una etapa determinada, de la misma manera que no puedo detener los ciclos del universo. Debo reconocer esta verdad y no aferrarme a ella ni combatirla. A medida que mi cuerpo se torna cada vez más agobiante, mi mente me libera de él. A pesar de que continúo realizando las posturas de perro boca abajo y sigo usando las cremas anti-arrugas, este cuerpo no es quién soy.

Soy mis pensamientos. Y lo que me esfuerzo por alcanzar no es la unidad con un cuerpo físico, sino con lo Colectivo.

“La iluminación, de acuerdo a las enseñanzas del Zen, significa que en todo momento de cambio, continuamos reconociendo nuestra unidad con lo Colectivo. Cada uno de nosotros es, a la vez, lo Colectivo y parte de lo Colectivo. Cuando alcanzamos esta iluminación comprendemos que lo individual es lo Colectivo y lo Colectivo es lo individual, no pueden separarse ni diferenciarse.”

Sólo usa esta Mente

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