Un nuevo capítulo

Cuidando mis modales
Posted on 03.31.11 | by admin

La Mente nos permite entrar a la vida y, a la vez, salir de todos nuestros problemas. Entonces, para modificar nuestra vida y sus problemas debemos comenzar por la Mente, que es el origen de todo el mundo fenoménico, o sea, debemos transformar nuestros pensamientos.*

Hace poco, me encontré quejándome de que mis hijos no tenían buenos modales en la mesa. De mi boca salían los típicos y latosos sonidos: “¿Acaso fuiste criado por lobos?” “¿Qué harías si la reina te invitara cenar?”. “Estás haciendo que esta cena sea muy desagradable para tu padre y para mí”. Bla, bla, bla. Yo era la reencarnación de la maestra de Charlie Brown, y nadie me escuchaba.

Debido a que mi trabajo como editora tiene que ver con las palabras, cuando tengo pereza o estoy cansada, en lugar de intentar resolver un problema o incluso comprenderlo, me arrellano en mi asiento y arrojo palabras. El problema es que, cuanto más digo, menos ocurre. Mis palabras y los pensamientos cargados de quejas de las que provienen sólo hilan sus hilos y cavan trincheras llenas de superioridad moral y de martirio.

Debo dar gracias a que mi trabajo me expone constantemente a nuevas ideas que logran sacarme de estos carriles. Desde que comencé a trabajar con Miao Tsan en sus libros, comencé a ver las situaciones de una manera nueva y a preguntarme ¿cuáles son las ideas preconcebidas que estoy trayendo a la mesa?

Recordando esto, dejé de quejarme ante mi familia. Me recosté en mi silla y pensé ¿por qué estoy tan molesta? ¿Acaso realmente me preocupa si comen sus brócolis con los dedos? Si el brócoli estuviera crudo, lo llamaría crudité y no le prestaría más atención.

Estaba proyectando un mundo de pensamientos originado en los brócolis. Y no terminaba allí. Los malos modales en la mesa podrían llevar a malas actitudes, a tendencias anti sociales y hasta llegar a la delincuencia juvenil. Me aparté de ese aterrador futuro imaginario y volví con mi mente a la mesa.

Tal vez, sentirte distanciado de una madre que se queja todas las noches sea un problema mucho peor que ampliar la definición de lo que es un canapé. ¿Qué pasaría si en lugar de pasar toda la cena (ese corto y precioso tiempo que tenemos para estar juntos) señalando lo que está mal, nos dedicáramos a focalizar nuestros pensamientos en cosas más positivas?

Ahora tenemos una nueva tradición en nuestra casa. Antes de cenar, cada uno de los que estamos sentados a la mesa nos vamos contando alguna cosa por la que nos sentimos agradecidos. Puede ser algo grande o pequeño, personal o que involucre a toda la familia. A veces, si alguno de nosotros está muy poco inspirado puede decir algo tan simple como “Agradezco poder comer estos espaguetis”. Este pequeño cambio en nuestro patrón de pensamiento ha logrado alejarme de mi rutina quejosa.

Mi próximo desafío es lograr aplicar este proceso de pensamiento a problemas un poco más importantes que los brócolis.

* Sólo usa esta Mente

¿Por qué eres tan molesto?
Posted on 03.31.11 | by admin

Los encuentros con algunas personas, por ejemplo, pueden ser disparadores de una forma conflictiva de interacción. Es cierto que podemos justificar fácilmente el disgusto que nos produce una persona, pero la pregunta que verdaderamente vale la pena hacer en primer término es por qué esa persona se manifiesta en nuestra realidad. ¿Por qué su presencia nos genera tanta ansiedad?*

Una experiencia que he tenido asiduamente en mi carrera como editora es que todo puede parecer un caos, pero justo cuando necesito aprender algo, un manuscrito sobre ese preciso tema aparece en mi escritorio. Esto me ha ocurrido demasiadas veces como para pensar que se trata de una simple casualidad.

Existen por lo menos 900 manuscritos por cada libro que finalmente se edita, por lo tanto, es fácil imaginar la cantidad de manuscritos que se encuentran allí. Cientos de ellos están en mi carpeta de presentaciones, en este mismo momento. Entonces, ¿por qué es que cuando estoy muy estresada, abrumada por tratar de lograr un equilibrio entre mi familia y mi trabajo como editora, levanto justamente la propuesta para publicar un libro que se llama Un momento de paz para las madres?

Y si estas conexiones positivas, aparentemente casuales, no logran captar mi atención, he aprendido de las enseñanzas de Miao Tsan que las conexiones negativas son igualmente significativas. Antes de editar Sólo usa esta Mente, hubiese dicho que lo único que un encuentro negativo con una persona podía enseñarme era que debía distanciarme de ella. Y, anteriormente, incontables veces, cuando el trato con una persona o una situación se ponía difícil, yo era la primera en retirarme.

Pero, ¿qué pasaría si en lugar de evitar ese dolor, lo aguantara el tiempo suficiente como para comprenderlo, para ver qué me dice sobre lo que debo aprender, comprender o simplemente ver? ¿Qué pasaría si lograra quitarle la etiqueta de “problema” a una persona que me está complicado la realidad y viera de qué manera yo misma le estoy permitiendo a esa persona que sea un problema o que esté creando un problema entre nosotros?

Nunca seré Pollyanna. Y es probable que sólo logre la paz interior por instantes. Pero ahora, si me encuentro en una situación de confrontación, puedo dejar de culpar a los demás por un instante lo suficientemente largo como para que la pregunta de Miao Tsan pase por mi agitada mente y tener la posibilidad de llegar a la raíz de la situación. Y así tengo la posibilidad de avanzar a una mejor situación.

Tal vez ese sea un momento de paz interior.

* p. 29 Sólo usa esta Mente

Conociendo a Miao Tsan, una palabra por vez
Posted on 03.31.11 | by admin

Así como basta que una sola hoja cambie de color para anunciar la llegada del otoño, comprender lo individual puede llevarnos al entendimiento de lo Colectivo. **

No conozco a muchos monjes budistas. Antes de editar Sólo usa esta Mente, mi conocimiento sobre monjes se limitaba a un grupo de bondadosos hombres católicos que llegaron del desierto para asistir al funeral de mi suegra, hace muchos años. Los rodeaba un aura de misterio, y si bien no puedo recordar si vestían hábitos marrones o negros o si provenían de la rama de la Iglesia conocida por su saber académico o por sus buenas obras, sí recuerdo el sentimiento de temor reverencial que sentía. Estos eran hombres de rituales, hombres de una práctica antigua, hombres que sabían cosas que a mí me llevaría varias vidas llegar a comprender.

Pero aquél no era el sitio adecuado para ejercer mi curiosidad intelectual y espiritual, por lo tanto no llegué a conocerlos bien, y volvieron a su vida en reclusión. A veces he jugado con la idea de ir a su monasterio y quedarme en silencio junto a ellos, como lo hacía mi suegra. Pero pensé que no me lo permitirían ya que yo no soy católica. Mis conocimientos sobre los monjes, al igual que la experiencia que tengo sobre temas muy fascinantes, parecían destinados a provenir únicamente de las páginas de los libros.

Hace cerca de un año, descubrí que no sólo iba a editar un libro de Miao Tsan, un monje Zen y nada menos que un Venerable Maestro, sino que también iba a tener la oportunidad de visitar su monasterio y pasar un tiempo conversando en profundidad sobre su filosofía. La intriga se convirtió, inmediatamente, en ansiedad, los monos charlatanes del pensamiento descontrolado. ¿De qué iba a hablarle? ¿Qué ropa me pondría? ¿Tiene importancia el hecho de que enseño en la escuela dominical? ¿Tiene importancia el que nunca hubiera leído Siddhartha? Estas preguntas y la auto desvalorización sobre mi falta de pericia sobre el mundo de Miao Tsan me habían puesto muy ansiosa.

Ahora, he pasado innumerables horas trabajando con su texto, llevando la traducción de la versión original en lengua inglesa, que estaba demasiado atada a la sintaxis china (era lírica, formal y muy bella, pero difícil para los lectores norteamericanos más acostumbrados a un lenguaje directo y claro), a convertirse en un texto que permitiera que lectores como yo pudieran acceder a sus enseñanzas. Y he pasado innumerables horas hablando con Miao Tsan sobre sus ideas, conociendo a otros monjes, tomando ese increíble té chino y dándome cuenta de cuán lejos de la verdad estaban mis pensamientos iniciales sobre la naturaleza de los monjes. La ansiedad que sentí frente al encuentro inicial fue una gran pérdida de tiempo.

Aprendo cada vez más sobre Miao Tsan cuando trabajo con sus palabras. Y aprendo cada vez más sobre la verdad. Y la verdad es que me queda mucho por aprender.

* p.27, Sólo usa esta Mente